Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Capítulo segundo


De los que ivan al paraíso terrenal

La otra parte a donde dezían que se ivan las ánimas de los defunctos es el paraíso terrenal, que se nombra Tlalocan, en el cual hay muchos regozijos y refrigerios, sin pena ninguna. Nunca jamás faltan las maçorcas de maíz verdes, y calabaças, y ramitas de bledos, y axí verde, y xitomates, y frixoles verdes en vaina y flores. Y allí viven unos dioses que se dizen tlaloque, los cuales parecen a los ministros de los ídolos que traen cabellos largos.

Y los que van allá son los que matan los rayos, o se ahogan en el agua, y los leprosos, y bubosos, y sarnosos, y gotosos e hidrópicos. Y el día que se morían de las enfermedades contagiosas e incurables no les quemavan, sino enterravan los cuerpos de los dichos enfermos, y les ponían semilla de bledos en las quixadas sobre el rostro. Y más, poníanles color de azul en la frente con papeles cortados; y más, en el colodrillo poníanles otros papeles, y les vestían con papeles, y en la mano una vara. Y ansí dezían que en el paraíso terrenal, que se llamava Tlalocan, havía siempre jamás verdura y verano.



Capítulo tercero

De los que ivan al cielo

La otra parte a donde se ivan las ánimas de los difuntos es el cielo, donde vive el sol. Los que se van al cielo son los que matavan en las guerras y los captivos que havían muerto en poder de sus enemigos. Unos morían acuchillados, otros quemados bivos, otros acañaverados, otros aporreados con palos de pino, otros peleando con ellos, otros atávanlos por todo el cuerpo y poníanlos fuego, y ansí se quemavan. Todos éstos dizque que están en un llano, y que a la hora que sale el sol alçavan bozes y davan grita, golpeando las rodelas. Y el que tiene rodela horadada de saetas, por los agujeros de la rodela mira al sol. Y el que no tiene rodela horadada de saetas no puede mirar al sol.

Y en el cielo hay arboleda y bosque de diversos géneros de árboles. Y las ofrendas que les davan en este mundo los vivos ivan a su presencia, y allá las recebían. Y después de cuatro años pasados, las ánimas de estos defunctos se tornavan en diversos géneros de aves de pluma rica y color, y andavan chupando todas las flores ansí en el cielo como en este mundo, como los zinzones lo hazen.



Capítulo cuarto

De cómo la gente baxa ofrecía sus hijos a la casa que se llamava telpuchcalli, y de las costumbres que allí los mostravan

En naciendo una criatura, luego los padres y madres hazían voto y ofrecían la criatura a la casa de los ídolos, que se llama calmécac o telpuchcalli. Era la intención de los padres ofrecer la criatura a la casa de los ídolos que se llama calmécac para que fuesse ministro de los ídolos, viniendo a edad perfecta. Y si ofrecían la criatura a la casa de telpuchcalli era su intención que allí se criase con los otros mancebos para servicio del pueblo y para las cosas de la guerra; y antes que le llevassen a la casa de telpuchcalli, los padres hazían y guisavan muy buena comida y combidavan a los maestros de los mancebos que tenían cargo de criarlos y mostrarles las costumbres que en aquella casa usavan. Y hecho el combite en casa de los padres del muchacho, hazían una plática a los maestros que los criavan, y dezíanles: "Aquí os ha traído nuestro señor, criador del cielo y la tierra. Hazemos os saber que nuestro señor fue servido de hazernos merced de darnos una criatura como una joya o pluma rica que nos fue nascida. Por ventura se criará y bivirá. Y es varón, no conviene que le mostremos oficio de muger teniéndole en casa; por tanto os le damos por vuestro hijo y os le encargamos, porque tenéis cargo de criar a los muchachos y mancebos, mostrándoles las costumbres para que sean hombres valientes y para que sirvan a los dioses Tlaltecutli y Tonátiuh, que son la tierra y el sol, en la pelea. Y por esto ofrecémosle al señor dios todopoderoso Yáotl, o por otro nombre Titlacaoa o Tezcatlipuca. Por ventura se criará y bivirá plaziendo a dios, entrará a la casa de penitencia y lloro que se llama telpuchcalli. Desde agora os le entregarnos para que more en aquella casa donde se crían y salen hombres valientes, porque en este lugar se merecen los tesoros de dios, orando y haziendo penitencia, y pidiendo a dios que les haga misericordia y merced de darles vitorias para que sean principales, teniendo habilidad para governar y regir la gente baxa. Y nosotros, padres indignos, ¿por ventura merecerá nuestro lloro y nuestra penitencia que este muchacho se críe y viva? No, por cierto, porque somos indignos viejos y viejas caducos. Por tanto humil[de]mente os rogamos que le recibáis y toméis por hijo para entrar y bivir con los otros hijos de principales y otra gente que se crían en casa de telpuchcalli".

Y los maestros de los muchachos y mancebos respondían de esta manera, diziendo a los padres del muchacho: "Tenemos en mucha merced por haver oído vuestra plática o razonamiento. No somos nosotros quien se haze esta plática o petición, mas házese al señor dios Yáotl, en cuya persona la oímos. El es a quien habláis y a él dais y ofrecéis a vuestros amado hijo, a vuestra piedra preciosa y pluma rica, y nosotros, en su nombre, le recebimos. El sabe lo que tiene por bien de hazer de él; nosotros indignos siervos caducos con dudosa esperança esperamos lo que será y lo que tendrá por bien de hazer a vuestro hijo, según lo que él tiene ya ordenado de hazerle mercedes conforme a su disposición y determinación, que ante del princi[pi]o del mundo determinó de hazer. Cierto, ignorarnos los dones que le fueron dados, y la propiedad y condición que entonces le fue dada; ignoramos también qué fueron los dones que le fueron dados a este niño cuando se baptizó; también ignoramos el signo bueno o malo en que nació y se baptizó; no podemos nosotros, siervos baxos, adivinar estas cosas. Nadie de los que nacen recibe su fortuna acá en el mundo; cierta cosa es que nuestra fortuna con nosotros la trayemos cuando nacemos, y se nos fue dada ante del principio del mundo. En conclusión, recebimos vuestro niño para que sirva en barrer y en los otros trabajos baxos en la casa de nuestro señor. Desseamos y rogamos que le sean dadas las riquezas de nuestro señor dios; desseamos que en esta casa se manifiesten y salgan a luz los dones y mercedes con que nuestro señor le adornó y hemoseó ante del principio del mundo. O por ventura nuestro señor le llevará para sí y le quitará la vida en su niñez; por ventura no mereceremos que viva largo tiempo en este mundo. No sabemos cosa cierta qué os dezir para que os podamos consolar; no os podemos dezir con certidumbre esto será, o esto hará, o esto acontecerá, o será estimado, será ensalçado, vivirá sobre la tierra. Por ventura por nuestros deméritos será vil y pobre, y despreciado sobre la tierra; por ventura será ladrón o adúltero, o vivirá vida trabajosa y fatigosa. Nosotros haremos lo que es nuestro, que es criarle y doctrinarle como padres y madres; no podremos, por cierto, entrar dentro de él y ponerle nuestro coraçón; tampoco vosotros podréis hazer esto, aunque sois padres. Lo que resta es que no os descuidéis en encomendarle a dios con oraciones y lágrimas para que nos declare su voluntad".



Capítulo quinto

De la manera de bivir y exercicios que tenían los que se criavan en el telpuchcalli

En entrando en la casa de telpuchcalli el muchacho, dávanle cargo de barrer y limpiar la casa, y poner lumbre, y hazer los servicios de penitencia a que se obligava. Era la costumbre que a la puesta del sol todos los mancebos ivan a bailar y dançar a la casa que se llamaba cuicacalco, cada noche, y el muchacho también bailava con los otros mancebos. Y llegando a los quinze años y siendo ya mancebillo, llevávanle consigo los mancebos al monte a traer leña que era necessaria para la casa de telpuchcalli y cuicacalco, y cargávanle al mancebo un leño gruesso o dos para probar y ver si ya tenía habilidad para llevarle a la pelea; y siendo ya hábil para la pelea, llevávanle y cargávanle las rodelas para que las llevasse a cuestas. Y si estava ya bien criado y sabía las buenas costumbres y exercicios a que estava obligado, elegíanle para maestro de los mancebos, que se llama tiáchcauh. Y si era ya hombre valiente y diestro, elegíanle para regir a todos los mancebos y para castigarlos, y entonces se llamava telpuchtlato. Y si ya era hombre valiente y si en la guerra havía cativado cuatro enemigos, elegíanle y nombrávanle tlacatécatl o tlacochcálca[tl] o cuauhtlato, los cuales regían y governavan el pueblo, o elegíanle por achcauhtli, que era como agora alguazil, y tenía vara gorda, y prendía a los delincuentes y los ponía en la cárcel. De esta manera ivan subiendo de grado en grado los mancebos que allí se criavan, y eran muy muchos los que se criavan en las casas de telpuchcalli, porque cada perrocha tenía quinze o diez casas de telpuchcalli.

Y la vida que tenían no era muy áspera. Y dormían todos juntos, cada uno apartado del otro, en cada casa de telpuchcalli; y castigavan al que no iva a dormir en estas casas; y comían en sus casas proprias. Ivan todos juntos a trabajar donde quiera que tenían obra, a hazer barro, o paredes, o maizal, o çanja o acequia; para hazer estos trabajos ivan todos juntos, o se repartían, o ivan todos juntos a tomar y traer leña a cuestas de los montes, que era necessaria para la casa de cuicacalco y telpuchcalli. Y cuando hazían alguna obra de trabajo, cesavan del trabajo un poco antes de la puesta del sol; entonces ívanse a sus casas, y bañávanse y untávanse con tinta todo el cuerpo, pero no la cara, luego ponían sus mantas y sartales. Y los hombres valientes poníanse unos sartales de caracoles mariscos, que se llaman chipolli, o sartales de oro. Y en lugar de peinarse, escarrapuçávanse los cabellos hazia arriba por parecer espantables, y en la cara ponían ciertas rayas con tinta y margaxita, y en los agujeros de las orejas poníanse unas turquesas que se llaman xiuhnacochtli, y en la cabeça poníanse unas plumas blancas como penachos. Y vestíanse con las mantas de maguey que se llaman chalcáyatl, las cuales eran texidas de hilo de maguey torcido; no eran tupidas sino floxas y ralas, a manera de red; y ponían unos caracoles mariscos, sembrados y atados por las mantas. Y los principales vestíanse con las mesmas mantas, pero los caracoles eran de oro. Y los hombres valientes, que se llamavan cuacuachicti, traían atados a las mantas unos ovillos grandes de algodón. Y tenían costumbre que cada día, a la puesta del sol, ponían lumbre en la casa de cuicacalco los mancebos, y començavan a bailar y dançar todos hasta pasada la medianoche. Y no tenían otra mantas sino aquellas mantas que se llaman chalcáyatl, que andavan casi desnudos. Y después de haver bailado, todos ivan a las casas de telpuchcalli a dormir en cada barrio, y ansí lo hazían cada noche; y los que eran amancebados, ívanse a dormir con sus amigas.